Durante más de un siglo, el omnipresente semáforo se ha mantenido obstinadamente constante: alto en rojo, precaución en amarillo, adelante en verde. Pero los investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte imaginan un futuro en el que este familiar sistema de tres colores se complemente con una cuarta señal: el blanco. Este concepto innovador no se trata sólo de estética; está diseñado para abordar los desafíos y oportunidades únicos que presenta un panorama de vehículos cada vez más autónomos.
El estudio, publicado en IEEE, propone que cuando suficientes vehículos autónomos converjan en una intersección, se iluminaría una luz blanca. Los conductores humanos, en lugar de navegar en el habitual ciclo rojo-amarillo-verde, recibirían instrucciones de simplemente seguir el camino marcado por los vehículos autónomos que van delante. Esta estrategia, denominada “coordinación distribuida”, aprovecha la inteligencia colectiva de los vehículos autónomos conectados (CAV).
Imagine a cada CAV actuando como un controlador de tránsito en miniatura, comunicándose y negociando con otros en la intersección. Esta conversación digital optimizaría el flujo de tráfico, minimizaría la congestión y reduciría drásticamente el ralentí innecesario, creando esencialmente una mente colmena para el transporte urbano.
Un vistazo al futuro sin conductor
“Nuestro concepto de fase blanca utiliza la potencia de procesamiento inherente a los vehículos autónomos”, explica Ali Hajbabaie, autor principal del estudio. “Las luces rojas seguirán siendo señales de alto, las luces verdes seguirán significando avanzar y la nueva luz blanca simplemente indicará a los conductores humanos que cedan al vehículo autónomo líder”.
Las simulaciones de los investigadores pintan un panorama prometedor. Dependiendo del porcentaje de vehículos autónomos presentes en una intersección, los retrasos en el tráfico podrían caer desde un 3,2% hasta un notable 94%. Además, la eficiencia general aumentó hasta un 98,9% en comparación con la sincronización de las señales de tráfico tradicionales, una mejora significativa para todos los que están atrapados en un atasco.
Obstáculos del mundo real
Si bien el concepto de fase blanca ofrece posibilidades tentadoras, su adopción generalizada enfrenta obstáculos. Los vehículos totalmente autónomos siguen siendo en gran medida teóricos, y la infraestructura existente requeriría amplias actualizaciones o reemplazos. Según el estudio, aproximadamente el 75% de los sistemas de semáforos actuales necesitarían modificaciones significativas para adaptarse a este nuevo paradigma.
Esta ambiciosa propuesta sirve como un vistazo a un futuro en el que los conductores humanos y los vehículos autónomos coexistirán a la perfección en nuestras carreteras. Si bien aún faltan años para su implementación generalizada, subraya la evolución continua del transporte urbano en respuesta a los avances tecnológicos.
